martes, 29 de enero de 2008

Las mil y una historias del Puerto de la Herradura



Libro de Rolando Saavedra
Las mil y una historias del Puerto de la Herradura
Nello Rolleri V.(1)
Fotografías Nello Rolleri y Rinaldo Pinto.


En su oficina de la Escuela Ecuador de Tomé, el profesor Rolando Saavedra
Villegas aprovecha sus ratos libres para dedicarse a aquello que le apasiona y
conmueve: la historia de su pueblo, oculta entre antiguas crónicas y viejos periódicos. Su último libro (de 10 que ha escrito) lo acaba de imprimir: “Visión histórica y Geográfica de Tomé”, aunque también podría haberse llamado “Las mil y una historias del Puerto de la Herradura”. los aljibes navieros, con las entonces cristalinas aguas del Collén, el Perpelén y el Purpehuilco, río este último que ahora conocemos como Bellavista”. Los nombres mapuches de la geografía de Tomé han quedado en el olvido. La explanada se llamaba “Guanehue”, que bien pudo haber sido el nombre para toda esta tierra, expresa. El Morro, donde se ubica el balneario, era denominado “Balcacura”, toponimia de piedra grande, y el cerro Alegre tenía el nombre original de “Adencul”, que significa hierbas bonitas.
Las encomiendas de indios entregadas por la Corona española fueron el origen de la ciudad de Tomé. En marzo de 1552 el capitán Pedro de León recibe de Pedro de Valdivia una extensa encomienda de indios que incluye a Tomé. Posteriormente los Jesuitas también reciben tierras y encomiendas. El 24 de octubre de 1657 es fundado el fuerte San Rafael, destinado a proteger de los ataques indígenas el Camino Real que unía a Concepción con Chillán y Santiago.

Buzos de resuello
Una de las historias que más conmueve al profesor Saavedra es aquella de los “buzos de resuello”: los mapuches que mediante la apnea se dedicaban a la extracción de mariscos en la costa tomecina. Para ello, cita el diario de viaje del padre francés Louis Feuille, un célebre botánico franciscano de la orden de los Mínimos, quien visitó la zona entre 1703 y 1710. En su crónica fechada el 12 de diciembre de 1710, mientras estaba en “Letomé”, en casa del comisario de tropas del reino, José Arias, hace un sorpresivo descubrimiento: “A las ocho de la mañana, encontrándome en la puerta de la casa, en el lado que queda hacia el mar, percibí sobre la superficie del agua algo como varias cabezas Enclavado en la bahía de Concepción, esta urbe experimentó un desarrollo notable durante la primera mitad del siglo XX. Con pasado remoto ligado a los molinos, la vitivinicultura y los textiles, sus calles todavía muestran el legado de los inmigrantes que atrajo.

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(1) Fragmento de un artículo publicado por Nello Rolleri V. en "La Gaceta del Domingo" del Diario "El Sur de Concepción"

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